Textos de la historia: ¿Eran unos tiranos los faraones?
Para contestar a esta pregunta podemos acudir a Diodoro de Sicilia (o Diodoro Sículo) historiador griego nacido en Agira (Sicilia) hace unos 2100 años, nos habla de cómo la tradición controlaba a los reyes egipcios con estrictas reglas éticas para que no hicieran un uso abusivo de su poder. Todas sus decisiones estaban reguladas por el respeto a la tradición y a las leyes divinas y humanas de modo que nada de lo que hacían se debía a la arbitrariedad, además no eran servidos por personas esclavizadas sino por nobles con una alta educación.
Levantándose de madrugada, debía recibir primero las cartas enviadas desde todas partes para que pudiera despacharlo y realizarlo todo de la mejor manera, sabiendo exactamente cada cosa que se llevaba acabo por todo el reino; después, una vez aseado y con el cuerpo adornado con las insignias del gobierno junto con un vestido espléndido, debía ofrecer sacrificios a los dioses. Presentados los sacrificios ante el altar, era habitual que el sumo sacerdote, de pie junto al rey y con el pueblo de los egipcios alrededor, suplicara en alta voz que dieran la salud y todas las otras cosas buenas al rey que mantenía la justicia para con sus súbditos. También era necesario que proclamara sus virtudes parte por parte, diciendo que se encontraba piadosamente dispuesto para con los dioses y muy benig namente para con los hombres:
Es mesurado, justo y magnánimo y también sincero y dadivoso de sus bienes y, en general, más fuerte que toda tentación, imponiendo a las faltas castigos menores de lo merecido y dando a sus benefactores recompensas mayores que el beneficio.
Tras enumerar [y haber] tratado también muchas otras cosas semejantes a ésas, el suplicante hacía finalmente una maldición por las equivocaciones, disculpando al rey de las acusaciones y pidiendo que el perjuicio y el castigo recayeran en sus ayudantes y maestros de cosas innobles. Eso lo hacía, a la vez, exhortando al rey al temor de la divinidad y a una vida piadosa y, a la vez, acostumbrándolo también a vivir de la mejor manera no mediante amargas advertencias, sino mediante elogios amables y que conducen en gran medida a la virtud. Y, después de eso, tras hacer el rey los auspicios y los buenos augurios con un becerro, el escriba sagrado leía algunos consejos adecuados y algunos hechos de los libros sagrados sobre los hombres más ilustres, de manera que el que tenía el poder sobre todas las cosas, habiendo contemplado en su entendimiento las más bellas conductas, se dedicara así a la ordenada administración de cada cosa. No sólo había una ocasión determinada de despachar o de juzgar, sino también de pasear, bañarse, acostarse con la mujer y, en general, de todas las cosas realizadas en la vida. Y era habitual que emplearan alimentos delicados, consumiendo sólo carnes de becerros y de ocas y bebiendo una medida regulada de vino incapaz de producir una saciedad o embriaguez inconveniente. Y, en general, lo de la dieta se encontraba regulado tan moderadamente que parecía haberlo regulado no un legislador, sino el mejor de los médicos en atención a la salud.
Aunque parezca asombroso que el rey no tuviera toda la potestad sobre su alimentación de cada día, mucho más maravilloso era el que no les fuera posible ni juzgar ni despachar al azar ni castigar a nadie por soberbia o por animosidad o por alguna otra causa injusta, sino como regulaban las leyes existentes sobre cada cosa."
El anterior testimonio contesta a la pregunta y encaja con
lo que sabemos de la mayoría de monarquías tradicionales africanas, en las que
existían tradiciones aún más extremas de control del poder real como el
suicidio ritual, situación a la que se llegaba si el monarca había sido el
causante de alguna desgracia para su pueblo. Cierto es que no se debe tener una
imagen estática de la civilización kemítica, a lo largo de los miles de años de
su existencia se produjeron muy diversas transformaciones. Hubo dinastías
extranjeras que importaron otros modelos de gobierno más directos y con menos
restricciones. Obviamente pues, lo anterior no obsta para que en determinados
momentos de la historia se dieran comportamientos inaceptables, pero sin duda
estos pasajes nos muestran que el ideal de gobierno en Kemet no se corresponde
con las imágenes de tiranos esclavistas que nos ofrece la historia eurocéntrica
y el cine de Hollywood.
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