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El Panafricanismo, ejemplo y horizonte ineludible de la independencia africana


Lazare Ki-Zerbo
Lunes 26 de abril de 2010, por Revista Pueblos
Reflexión a partir de las Repúblicas Negras (Haití, Liberia, Etiopía)
Las conmemoraciones transcurren con más o menos eco en el espacio público según la importancia que tengan las fuerzas sociales que las celebran. Es decir, no tienen el mismo “sentido histórico” de Nietzsche: capacidad de suscitar entusiasmo en quienes participan, deseo de que sea un acontecimiento, alzarse para resistir al curso... anormal de las cosas.
En el 2004, por ejemplo, el centenario de Haití [1] –un país del que todo el mundo se compadece desde su terrible seísmo el 12 de enero del 2010-, primera república negra nacida por la tenacidad de Toussaint Louverture, celebró su bicentenario con relativa discreción. La actualidad editorial [francesa] de las próximas semanas probablemente provoque sacudidas de otro tipo, aunque no menos importantes si se quiere comprender esta tradición de independencias confiscadas, robadas, y se conocen los argumentos extraídos de un testimonio de primera mano aportado por Randall Robinson en su libro “Haïti, L’interminable souffrance”. [2]
En el fondo la idea es que la independencia, en tanto despliegue óptimo de una personalidad haitiana, emblemática de la personalidad africana, con sus victorias y sus derrotas, ha sido confiscada, que el pueblo rebelado ha sido sitiado, confinado a un rincón que sirve de sentencia imaginaria, hasta el punto de no conseguir realizar su modernidad.
De hecho, la intromisión extranjera, ya sea bajo la forma de imposición de Francia de una deuda infame, de la ocupación directa por las fuerzas militares estadounidenses y la complicidad y apoyo de las peores dictaduras ha dinamitado la concretización de los proyectos liberadores y visionarios de Toussaint Louverture, asumidos en su momento por Simón Bolívar. Un modelo que, hasta cierto punto, se reprodujo en África, por ejemplo en Guinea.
A pesar de este fracaso de la verdadera independencia, en tanto afirmación de la libertad total de los haitianos (o de los africanos ya sea en el continente como en la diáspora), el contenido formal, la soberanía internacional, existió de forma residual, si bien Haití tuvo representación en la Sociedad de Naciones (1919-1946) y fue uno de los fundadores de Naciones Unidas tras 1954, en una época donde ningún estado africano excepto Etiopía y Liberia formaba parte de lo que hoy en día llamamos la “Comunidad internacional”.
En el plano intelectual, el haitiano Anténor Firmin [3] rechazó las diecinueve tesis racistas de Gobineau y, por tanto, los fundamentos teóricos e ideológicos del propio orden colonial, mientras que pocas décadas después, ya en el siglo XX, Price Mars en “Ainsi parla l’oncle” lanzó las bases de la negritud y de la “African personality”.
Para generaciones enteras de militantes africanos, estos tres estados, Haití, Liberia y Etiopía, fueron el símbolo y el hogar histórico del panafricanismo y, en consecuencia, de la resistencia al avasallamiento colonialista europeo y norteamericano. No sorprende que sean las referencias ineludibles del nacionalismo africano, aunque no podamos reconstruir en detalle, en el espacio de este artículo, las mediaciones por las que esta realidad histórica contribuyó a la formación de líderes nacionalistas africanos.
Liberia, aunque el ilustre Marcus Garvey, fundador de la Universal Negro improvement association (UNIA) en 1914, nunca puso los pies en ella, nació de la idea del “Back to Africa” recuperado por los filántropos y los ambientes políticos norteamericanos. Un entusiasmo ideológico y una efervescencia intelectual palpable en los trabajos de Wilmot Blyden [4] y de Casely Hayford que prepararon con fuerza la idea de una solidaridad de los africanos y de los africanos-americanos, puntal del panafricanismo. Es por esta razón que líderes nacionalistas africanos de la generación siguiente, entrado el siglo XX, como Nnamdi Azikwe de Nigeria o Kwamé Nkrumah de Ghana, forjaron vínculos fraternales sólidos con Langhston Hughes, WEB du Bois o George Padmore.
Debemos recordar que Langston Hughes estuvo muy próximo al presidente nigeriano Azikwe e inspiró la negritud naciente de la postguerra, en los años treinta. Juntos frecuentaron la Universidad Lincoln y compartieron su amor por la poesía. Por su parte, Nkrumah afirmó haber asistido a los discursos de Garvey en Harlem en su época de estudiante.
W.E.B. du Bois (centro) y Kwame KnrumahSi hay algo de religioso en el panafricanismo, en el sentido de una fe en la persistencia histórica de un pueblo africano destinado a autodeterminarse, probablemente sea porque es una religión laica untitledque nace de un sentimiento de sujeción comuna, de utopía compartida, la de la liberación colectiva de la que nada más y nada menos que la Biblia proporciona la narración litúrgica, mediante el famoso versículo de los Salmos, 68-32: “Los grandes provienen de Egipto. Etiopía acude, con las manos tendidas hacia Dios”.
Tras el haitiano Anténor Firmin (1885), en “The Negro” (1915), W.E.B Du Bois retoma esta gesta egipcio-etíope que constituye el fundamento doctrinal para la movilización de las masas contra el colonialismo.
El imaginario bíblico y la historización de las antigüedades africanas con fines de oponerse a la segregación y al colonialismo se conjugarán durante las dos guerras de resistencia etíope que tuvieron lugar con un intervalo de cuarenta años y por motivos diferentes. ¿No se dice que la mejor enseñanza es la del ejemplo?
“Etiopía no necesita a nadie, pues tiende las manos hacia Dios”: esta habría sido la fórmula utilizada por el emperador Menelik II para denunciar el Tratado de Wuchalé, firmado el 2 de mayo de 1889 con Italia. Conocemos lo que le siguió: 100.000 soldados etíopes vencieron a los italianos en Adoua el 1 de marzo de 1896 y consiguieron una fama sin igual en una África colonizada, martirizada por el trabajo forzado y una diáspora entregada al linchamiento y a la segregación.
Es destacable el papel del haitiano Benito Sylvain, que residió en Etiopía entre 1897 y 1906 y fue ayudante del emperador, además de representante de este país en la Conferencia Panafricana de Londres en 1900. Así pues, la internacional panafricana no es un producto de cuatro días.
La coronación de Hailé Selassie en noviembre de 1930 y el auge consecutivo del rastafarismo y del garveyismo tienen sus raíces en una profecía de Marcus Garvey en 1927, donde predijo la coronación de un rey en África.
En 1935, la revancha de la Italia fascista contra la Etiopía de Negus Selassie supuso pues un impacto para los africanos del continente y de la diáspora, ya que la milenaria Etiopía era la propia encarnación de la Independencia y de la soberanía africana. Era el último bastión.
Más allá de las manifestaciones de protesta en las metrópolis y en el Caribe, algunos panafricanistas decidieron organizarse y dotarse de infraestructuras permanentes: la lucha por la independencia empezó a estructurarse políticamente. En efecto, aprovechando la presencia en Inglaterra de una delegación de la Gold Coast que vino a protestar contra la política de las autoridades coloniales, un grupo de panafricanistas fundó en 1935 un movimiento, el International African Friends of Abyssinia (IAFA), cuyos máximos dirigentes fueron Amy Ashwood Garvey, primera esposa de Marcus Garvey, Jomo Kenyatta, apodado “Burning spear” o “lanza ardiente” (líder del movimiento nacionalista de Kenia junto a Tom Mboya), Cyril L. R. James y George Padmore, ambos de Trinidad.
Sin duda la guerra de Etiopía politizó el panafricanismo y volvió a recordar a los africanos, una vez más, la hipocresía y la ceguera de las grandes potencias que permitían la agresión de Etiopía, miembro de la Sociedad de Naciones.
En estas circunstancias, el emperador Haïlé Sélassié adquirió un prestigio y una proyección que supo poner al servicio de la creación de la Organización de la Unidad Africana en 1963, en Addis Abeba, una vez las colonias africanas se habían librado del yugo colonial.
En este contexto se entiende que durante el Congreso panafricanista de Manchester en 1945, donde participaron Nkrumah y Joe Appiah de la Gold Coast, las resoluciones fueron más allá de las reivindicaciones habituales sobre los derechos democráticos y se reclamó explícitamente “el derecho a la autodeterminación”.
Un año más tarde, nació el Rassemblement Démocratique Africain (RDA) en Bamako, cuyo legado panafricanista se concretó en el credo federalista (Estados Unidos de África) y el rechazo a la Comunidad Franco-africana por la sección guineana. La década de los cincuenta supuso la edad de oro del panafricanismo y de la lucha por las independencias: la síntesis entre los dos movimientos históricos de resistencia a la dominación, bajo una base marxista, la realizó el RDA (Modibo Keita, Sékou Touré…), y la generación de la FEANF : Mahjemout Diop del Parti Africain de l’Indépendance (PAI) [5], Cheikh Anta Diop, Abdoulaye Ly y Joseph Ki-Zerbo del Mouvement de Libération Nationale pour les États-Unis d’Afrique (MLN), cercano a las tesis de Kwamé Nkrumah.

Lazare Ki-Zerbo es secretario general del Comité International Joseph Ki-Zerbo (CIJK). Este texto fue publicado originalmente en francés enAfricultures (marzo del 2010) y ha sido traducido por Africaneando.

Notas

[1] Leer Aimé Césaire, “Toussaint Louverture, la Révolution française et le problème colonial”, Ed. présence Africaine, 2004. CLR James, “Les Jacobins Noirs : Toussaint Louverture et la Révolution de Saint-Domingue”, Ed. Amsterdam, 2008
[2] Ed. Alphee, 2010
[3] “De l’égalité des races humaines” (1885) en respuesta al “Essai sur l’inégalité des races humaines” de Gobineau.
[4] Cf. Lynch, Hollis, “Black spokesman; Selected published writings”, Franck Cass, Londres, 1971; Lynch, Hollis, “Pan Negro Patriot 1832-1912”, Oxford University Press, 1967
[5] Leer Yves Benot, “Idéologies des indépendances africaines”, Ed. François Maspéro, 1972.

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Antumi Toasijé

Antumi Toasijé
Doctor en Historia, Cultura y Pensamiento

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