Poema de Gutí-Fôgo Badjá Toib - Francisco Ballovera Estrada: Anhelos inconclusos de 1968
Gutí-Fôgo Badjá Toib - Francisco Ballovera Estrada
la ansiada
aurora perdida en el océano que no llega
ni con el
soplo del tifón ni con el romper de las olas
gigantescas
que braman en lo alto de los mares
y mueren
en las playas arenosas de mi amado sur.
El muro de
mi espera se hace interminable.
Mi pluma
se aferra al indescriptible eco de un tiempo prometido,
mientras
el huracanado vendaval azota con su furia
arruinando
vidas, sueños, anhelos…
quebrantando
nombres que ni la tiniebla
ni el
olvido osan pronunciar.
Ay,
tú, humilde pluma mía que sobre débil papel
confiesas
inofensivos mensajes al compás de un alma cuerda
que
te acompaña a afrontar retos,
a rescatar
sueños vagabundos pero leales
que en la mar
de inseguridad y de inquietud
se
hallaban sumergidos, huérfanos de las musas,
sin poetas
ni poetisas que reavivaran sus ardores,
pues
habían sido condenados, violentados, sin hurtar,
sin criminalizar
ni delinquir contra la Constitución.
Llovieron
sobre vosotras humos de injurias
vomitados
por fanáticos a merced del mandamás,
que cegados
se lanzaban contra el vacío
a vender necedades
en los medios,
crueles herederos
del lejano pasado tenebroso;
que incitan
solo a la violencia
contra quienes
no comulgan con su ruin proceder
y el amo
ordena cortarles la cabeza,
para cuando
pulse el botón
y grite
con su estruendosa voz:
--¡Servidme
el postre!¡Traedme la cabeza!
Y así se
la sirven en bandeja de oro.
Sí, sí,
sí... se hallaban perecidas en el umbral de lo inconcluso,
custodiadas
sus esperanzas como quien protege la última llama;
no, no,
no… no puede mi alma no estar enfurecida,
adolorida,
ni mi sensibilidad no estar enturbiada;
pues no,
no… no guardan albergues para hospedar rencor
ni para aquellos
que con sus perversidades
en mis
entrañas sembraron innecesariamente la ira.
Pero para
qué soy guineoecuatoriano si
ni
siquiera puedo cantar,
cantar libremente
mis versos,
ni gozar
de las letras,
las letras
cantadas en el mes de octubre de 1968;
aquellas letras
de oro selladas por mi independencia,
las de mi
himno nacional
que hoy
solo reposan en sueños, sueños…
sueños
envejecidos en el turbio tiempo presente;
perdidos
en el anhelo de mis ancestros
por una
vida fraternal, por una sociedad libre,
de culturas
compartidas, por un estado de derecho,
de
múltiples familias en un único núcleo de hogar:
el de la hermandad
guineoecuatoriana,
pero que desde
sus desdichados inicios se torcieron
y con
ellos se marcharon a la tumba.
A paso
lento camino entre huellas que se desvanecieron en el intento;
y así voy
a seguir pisando fuerte las huellas de sus siluetas,
invocando uno
a uno un claro futuro, un anhelo…
sus sueños
justicieros que aún respiro en mis entrañas,
sobre un
horizonte revestido de incertidumbres
pero que guardan
secretos
que mi
alma reconoce sin haberlos vivido,
la sangrienta
lucha para nuestra independencia.
Sí, ya
estáis muertos…
y yo, como
otros, sigo vivo,
pero igual
de muertos como vosotros estamos;
no puedo acallar
vuestros gritos justicieros,
porque
eternamente me moriría como vosotros,
cuerdos
ancestros, leales padres de mi independencia.
Ay, esta
lucha, esta lucha…
esta
tremenda y ofuscada lucha ancestral
que aún
reverdece en sanas conciencias
su cristalina
visión futura.
Aunque hoy
todo queda perdido
en la mar
del olvido, de la oscuridad…
mi lucha,
tu lucha, nuestra lucha desamparada,
sin
puertos, sin claros horizontes continúa.
A dónde
iríamos los vivientes sin vida
para ir a rendir
vehementes homenajes a nuestros héroes,
aunque
sólo sirvan para honrar sus sangres
y huesos
cadavéricos exhumados,
incinerados
y borrados durante la larga,
pero
necesaria pelea;
pelea contra
los monstruos opresores
para así reparar
la amargura,
calmar la sed
de justicia a familiares ansiosos por la verdad,
por vivir
una vida de sosiego.
En las
escuelas ni se estudia vuestra útil historia,
ni en
nuestras costumbres se vislumbran vuestras insignias;
así han
ido borrando vuestros bustos,
así ha ido
muriendo nuestra historia,
así hemos
ido traicionando nuestros principios
y cada vez
naufragamos en el olvido,
por no
inculcar en las almas presentes
ni en las
venideras vuestros ingenios.
Cómo quisiera
que el cauce del río
de las
persistentes nubes en mi sociedad
me arrastrara
hacia la clara orilla de un lago,
hacia las
playas rocosas y arenosas de una mar cristalina,
para
contemplar nuestro devenir incierto,
donde el
ayer unta con su perfume perpetuo al presente,
rejuveneciendo
vuestro paso, vuestra historia,
vuestros
sueños que aún se espera
se
disuelvan en un abrazo sin fronteras,
avivando los
anhelos que en el hoy nos son arrebatados,
para que rendidos
cedan ante la divina eternidad suspiros para nuestro alivio.

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