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A chávez hay que llorarle hasta que no queden lágrimas
Curiosamente y, para asombro y alimento de mi capacidad de asombro, recibo hace unos días, una invitación para formar parte en calidad de ponente, en un seminario, cuyo lema era ¡Basta ya de llorar a Chávez!. Y digo, para asombro y alimento de mi asombro, ya que resulta cuanto menos curioso, que quienes me invitan a tal esperpento, no hayan tenido en cuenta mi compromiso con la verdad en éste, y en cuanto asunto ataña a la historia del sufrimiento por la discriminación racial y social de los negros en Latino América. Aun reposan frescos en mi memoria, los recuerdos de una época en la que, en cuanto a un negro se le ocurría la osadía de acceder -algunos incluso con matrícula de honor- y por ende, por méritos propios, a carreras que se consideraban un privilegio de la clase dirigente, era sometido a un bombardeo de preguntas por un tribunal convocado a tal efecto, que lo único que evaluaba era, si su grado de negritud, le hacía digno de acceder a tan selecto club.
Así pues, si en el catre de su madre negra, se había colado una noche de horror un patrón blanco que hubiera hecho mulato al aspirante, las posibilidades eran vistas con mayor aceptación, que si la negritud del que aspiraba, era sin lugar a dudas evidente y sin remisiones de blanqueamiento; por mucho que hurgaran en la historia de su nacimiento. Así pues, miles de talentos negros que hoy serían eminentes científicos, cirujanos, arquitectos o ingenieros, se perdieron en un camino tortuoso, intentando acomodar su privilegiado talento, al papel que las clases pudientes les habían relegado.
En su mayoría, acababan de "tinterillos" con despacho móvil en los cafés aledaños a los juzgados o, escribiendo cartas, en esos mismos cafés a un gran número de analfabetas que no sabían poner su nombre en un papel y carecían de medios para pelear por sus derechos, ante las tropelías a las que eran sometidos por terratenientes compinchados con las clases dirigentes, para arrebatarles sus tierras y con ellas su sustento y dignidad.
A Chávez, hay que llorarlo, hasta que no queden lágrimas. Mientras la oligarquía venezolana y latino americana en general, trataba de "micos de montaña" a las clases pobres y desfavorecidas que por esas casualidades de la vida, siempre son personas negras, de allí, el apodo de "micos" adjetivo con el que se llama a los monos, al que constantemente hacían referencia sin pudor alguno. A Chávez, no le importó mezclarse con ellos y preocuparse de sus necesidades y de las justas aspiraciones para sus hijos.
Fue entonces, cuando los mal llamados "micos" y sus proles, comenzaron a bajar de las montañas, asistir a la escuela y hacer las cosas normales que hace el resto de la gente que quiere y desea progresar. indudablemente, eso hizo que se expandiera una epidemia de sarna, entre las clases pudientes y los poderes fácticos, cuya rasquiña, ha pelado sus pieles que aún les escuecen.
Tampoco debemos olvidar que pese a quien pese, que Chavez, fue un presidente electo por el pueblo, en varias legislaturas de elecciones democráticas, que no pudieron manipular los observadores internacionales, quienes no tuvieron mas remedio que rendirse a la evidencia de que los "micos" eran demasiados, para aplastarles, sin que su sangre tiñera de rojo el continente.
Etiquetas:
Diáspora, Hugo Chávez, Laura Victoria Valencia, Opinión, racismo, Venezuela
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