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Artículo NSIBIDI: Conveniencia y premisas de un Estado africano unificado



Por: Antumi Toasijé, Historiador
Director de www.wanafrika.org

Nsibidi* nº6 Sane 12005 (Junio de 2005)

Introducción
Entre los excesos de una mal entendida “Real Politik” y su antecesora la llamada “Razón del Estado” que compromete demasiado a menudo el estado de la razón, y las veleidades irresponsables de utopías retóricas inaplicables, existe un terreno sensato para afrontar la unidad africana. La teoría Panafricana Clásica, (véase M’Bah Abogo Panafricanismo Clásico, NSIBIDI nº1), y desde su superación, algunas de las elaboradas herramientas filosóficas tendentes a desmantelar la maquinaria superestructural de la dominación Occidental; Afrocentricidad, Etno-filosofía, Panafricanismo espiritual... se ha concentrado por una parte, en revalorizar lo propio, y por otra en sacar a la superficie los rasgos comunes a todas las culturas africanas o, en los casos más estrictos, de las culturas africanas insertas en la civilización negra, del África intra-trópicos o Kemítica. Este esfuerzo de reconstrucción de las representaciones y de intelecto-factura de símbolos, ha relegado a un segundo plano lo pragmático. Lejos quedan los magníficos ensayos de Nkrumah y Cheikh Anta Diop que instalaban un cuadro económico, político, social... viable y necesario para la unidad africana. Las propuestas para su realización, sin embargo, han sido generalmente demasiado similares a modelos exóticos, (a pesar de Nyerere o Sankara) como no dudaría en afirmar el Profesor Mbuyi Kabunda.

Lejos de indagar en viabilidades y posibilismos, a partir de la asunción apriorística de que la unidad africana es posible, he querido presentar aquí un compacto grupo de puntos sobre los que deberá incidir un futuro Estado Africano. Entendiendo que nos referiremos a un Estado con una estructura unitarista, con un gobierno e instituciones comunes que van más allá de la confederación o de las uniones económico arancelarias. Esbozamos pues, unas líneas de actuación para ese escenario no sólo posible sino creemos que necesario. Sobre la estructura político-administrativa-territorial de ese conjunto, se tratarán en un futuro artículo, las posibilidades que una combinatoria de formas nacidas en la contemporaneidad y estructuras de nuestro milenario pasado pueden ofrecer.

Razones para un estado unitario
A todo el proyecto Panafricano, a pesar de sus necesarios e indudables logros casi sobrehumanos, le faltó siempre, creemos, una cierta visión estratégica del papel de la inserción de las poblaciones negras en el orbe, si exceptuamos quizás el proyecto Garveyista. No sólo como huidizos elementos resistentes y rebeldes a la aculturación, sino como agentes capaces de otorgar al conjunto de la humanidad valores y herramientas de mejora global, las poblaciones africanas nos hallamos, desamparados de grandes estructuras sólidas que protejan nuestras vidas, patrimonios y bienes, y que protejan nuestro legado cultural y civilizatorio de las vorágines de los imperios sucesivos que el mundo ha generado; ello obliga a desperdiciar el potencial humano que poseemos en una constante lucha a escala microscópica por la supervivencia más elemental. Ésta, es una de las razones, o debería serlo, de la existencia de los conjuntos políticos, sean Estados, Reinos o Repúblicas, es decir, las macro-estructuras políticas deben tener por función principal, el amparo de un conjunto de individuos en el seno de un edificio sólido que permita la realización a todos los niveles de las personas que lo habitan.

Ya que el panafricanismo viene construyéndose sobre la legítima reiteración de actos rituales y tics intelectuales que remiten a la enorme herida histórica (según concepto de Elie Kedourie) provocada por el esclavismo y la posterior invasión de África, capaz de crear una idea de unidad (Sobre esta idea véase Benedict Anderson, Imagined Communities), se hace difícil, en el lenguaje de lo estratégico, conectar con lo simbólico. Para complicar el panorama, puesto que la cultura de los dominadores atendió a la raza para justificarse, el complicado elemento racial siempre tuvo necesariamente que planear sobre estas convicciones, hasta el punto de constituir la principal piedra de toque de todo el proyecto unificador y la primera causa de crítica de los afro-escépticos. Así, los filósofos, historiadores, sociólogos, literatos y artistas africanos en África y América principalmente, no han dejado de combatir el sistema de representaciones dominante, pero en no pocos casos, cayendo en un círculo vicioso que les enfrentaba una y otra vez a los mismos fantasmas, batallando con espejismos, como si en un lago en el que se ven reflejadas las actitudes propias agitáramos infructuosamente una y otra vez la superficie del agua esperando que nos devuelva una imagen nueva. De esta discusión difícilmente abarcable surgen también los críticos que apelan a la diversidad africana, partiendo de la crítica a la representación simplificada de África como un todo (véase V. Mudimbe, The Invention of Africa y también The Idea of Africa), sin comprender que está diversidad no será posible en el cosmos postcolonial de la mundialización de procesos de consumo, si no existe un parasol de proporciones considerables que la defienda. Quizás sea tiempo de conceder una atención creciente a la necesidad de unidad africana monoestatal como un factor estratégico de primer orden en la protección de la propia diversidad africana.

Simpatía política simbólica
Estrategia de la unidad africana y forma de la unidad africana, son dos aspectos indisociables del proyecto de construcción. Se hace preciso conectar la compresión de la necesidad de unificar África con la comprensión de la forma en que esto debe hacerse, para que de ese modo las premisas sean compatibles con los objetivos a alcanzar. Exponer el conjunto de razones por las cuales África debe unirse, debe insertarse necesariamente en la forma en que esa unidad debe llevarse a cabo. Si entendemos que lo que deseamos como africanos es la posibilidad de realización en los planos, material, social y espiritual, deberemos proveer estructuras políticas que alicienten esa realización. El diseño de esas estructuras se encontrará inevitablemente con la dialéctica que se establece entre las libertades de los grupos culturales, las libertades individuales y las libertades de la colectividad africana, un inadecuado balance de los mismos es el primer escollo a solventar. La afrocentricidad nos ha enseñado que podemos acudir a unos símbolos culturales y espirituales propios y endógenos sobre cuya imaginería construir un sistema de lealtades invisible, pero imprescindible, para establecer lazos comunes a lo largo y ancho del continente (véase Molefi Kete Asante: Afrocentricity the Theory for Social Change). Es cierto que debemos una parte importante de lo que somos a la civilización protohistórica que ha dado lugar Kemit y a otras realizaciones de calado Universal, y en el reconocimiento a este hilo conductor de nuestra comprensión del mundo nos movemos sin esencialismos aunque con esencia hacia la simpatía política simbólica, que permita descubrir una identidad por encima de las particularidades que los sub-conjuntos culturales que componen el África intra-trópicos.

El matrimonio entre pragmatismo y filosofía de la historia africana debe tejer una red protectora y sobre la que idear modos reiterativos de reproducción de las estructuras que deseamos crear. Recordar a Kémit, o rememorar los luctuosos hechos de la esclavización de decenas de millones de africanos o de la invasión de África, no deben ser actos de romanticismo o rencorosas reincidencias, sino formas de guiar nuestras actitudes a lenguajes positivos de común entendimiento y común conmoción. Si comprendemos que al margen de la importancia de la existencia real de Kémit, Kémit es una herramienta para la mutua comprensión y para la mutua protección de nuestros intereses que permita a su vez actuaciones fructuosas en planos diversificados tanto en lo geográfico como en lo temático, estamos a un paso de la máxima cordura política. No se puede establecer la obligatoriedad del kemitismo sobre la base de un fascismo uniformador tendente a generar zombies obedientes y sumisos, el kemitismo se configurará como instrumento de entendimiento mutuo si queremos que tenga un sentido liberador. La propuesta de una lengua común asimismo deberá enfrentar los retos que la natural desconfianza impone, de nuevo recordamos que no una imposición lingüística y sí una posición lingüística podrán hacer que el Kiswahili, ya hablado por 120 millones de personas en África, sea la herramienta para la protección de nuestro legado idiomático, además de constituirse en un factor de centripetismo comunicativo que vectorice los desarrollos profesionales de los trabajadores migrantes y los intercambios culturales intra-africanos.

Posicionamiento geográfico africano
Un aspecto que no puede descuidarse en el diseño de una macro organización sólida es la posición física de los elementos estructurales. La forma política que adopte un estado africano requerirá de órganos de gobierno y de decisión. Sean estos centralizados o descentralizados deberán estar situados allí donde es necesario que acudan los beneficiarios de la política africana. El situar las estructura administrativas y de gobierno en los márgenes geográficos de África, condena a los hijos de África a acudir a esos lejanos márgenes para acercarse a los servicios que se otorguen desde tales instancias. Si África ha de tener una Capital político-administrativa, abogo porque está esté situada en el mismo corazón del continente, en un área suficientemente poblada y sobre la que confluyan diversos canales históricos de relaciones económico-culturales. Para ser más concretos, una Capital africana debe estar alejada de las costas para que la irradiación de sus influencias hacia todos los puntos cardinales afecte a África en primer término, pero también para la protección y seguridad geoestratégicas necesarias para el correcto desenvolvimiento de las actividades del Estado africano, sin otorgar facilidades topográficas a posibles imperialismos futuros. El in-centro de África se encuentra situado entre el sur del Estado postcolonial de la República Centroafricana y el Norte del Estado postcolonial de República Democrática del Congo, este es un lugar lo suficientemente dotado por la naturaleza como para albergar cualquier concentración poblacional y los servicios que requiera.

Dentro de este conjunto de medidas de posicionamiento geográfico, deben destacarse el fomento de la transformación de las formas de obtención de los recursos. Acercarse a formas más eficientes que permitan una mayor libertad a los individuos para actuaciones diversificadas, liberando a la masa de la población de las rudas tareas del sector primario cuyos beneficios son escasos y fluctuantes, dada la actual configuración de la economía mundial. Los romanticismos anquilosantes no servirán aquí más que para engaños generando expectativas imposibles de cumplir. La mecanización de las tareas extractivas y agrícolas se impone para la eficiencia de las mismas, ello es seguro que coadyuvará al actual proceso de crecimiento de las ciudades y allí es donde entran en juego las medidas de posicionamiento geográfico. Obligar a las poblaciones a desplazar su residencia es tan inmoral como imposible, los ejemplos en la historia política abundan, sin embargo no es realista suponer que un Estado cuyos recursos son incipientes, pueda proveer servicios generalizados a poblaciones pequeñas y alejadas, por tanto un posicionamiento estratégico de nuevas urbes podría tener en cuenta el espaciamiento en su distribución, de modo que puedan crearse redes de comunicaciones físicas que motiven la atracción de población.


Tecnología, estrategia y nivel de vida
¿Qué sentido tendrá un estado africano si como ya dijimos no protege a sus poblaciones y les otorga las bondades de una larga vida llena de oportunidades y en un entorno seguro? Esto no será posible si no se acude velozmente a la tecnología como modo de asegurar la equidad entre África y otras áreas del planeta que pudiesen tener veleidades imperialistas, pero también como forma de otorgar capacidades crecientes a esfuerzos decrecientes. Una adecuada obra de promoción de la ciencia de alto nivel ayudará a la autonomía en la generación de mejoras auto-reproducibles crecientes. La infiltración en los centros de producción científica occidentales y asiáticos o la interdependencia total global deben ser dos de las estrategias principales a seguir, no es posible que los estados africanos queden al margen de lo que sucede en el Acelerador de Partículas del CERN o en las Plantaformas de lanzamiento de Aeronaves, si no quieren que ésta tecnología sea utilizada en el futuro en su contra. Una inserción en los lugares de producción del saber deberá ser una exigencia de primer orden para un futuro estado africano. Se debe recordar que hace doscientos años un descuido de la tecnología, a favor de técnicas enmarcadas en la lógica mágica, acabó con el sometimiento de la mayor parte del continente.

Por último incidir en la decisiva implicación de África en los programas de desarme mundial y la presencia en los puntos calientes de decisión estratégica, serán imprescindibles para la protección de las generaciones futuras. Alicientando la cooperación de África con el resto de conjuntos políticos, en los niveles decisivos más que en lo puramente mercantil o en el cambiante mundo de la normativa Internacional. Un sistema de información con redes en todos los continentes y un sistema de retroalimentación de la información así como organismos de difusión mundial de la información concerniente a África son imprescindibles para la seguridad de los africanos en el escenario del esperado futuro estado africano. Se espera que esto evite que la distorsión y la manipulación de la información conceda alas al oportunismo de futuros aventureros con intenciones inconfesables en nuestra tierra. Entendiendo que los tiempos de reflexión y de perplejidad deben empezar a conceder un espacio a una incipiente acción cooperativa y estratégica, que ponga en práctica las formulaciones de los teóricos que nos han precedido, dejando que la polisincronía de los procesos sociales permita la necesaria continua reelaboración de principios e ideas filosóficas de base. Es tiempo de considerar ya un estado africano unitario multicultural, sostenible, capacitador, protector de personas y protector de la diversidad, un Estado similar a una familia de familias, es decir la Ujamaa de Ujamaas.


*Nsibidi fue la revista online de la Asociación de Estudios Africano y Panafricanismo editada entre 2004 y 2005.



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Antumi Toasijé

Antumi Toasijé
Doctor en Historia, Cultura y Pensamiento

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