Ante el fallecimiento de Francisco Zamora Loboch

Ayer falleció uno de los genios de la literatura guineoecuatorial y de la literatura en español, Francisco Zamora Loboch, y hoy todavía no veo los grandes titulares en la prensa, síntoma de una triste desmemoria y desinterés por la africanidad en España.

El ensayo Cómo ser negro y no morir en Aravaca (1994) inauguró un estilo descarnado y valiente que le hablaba al racismo a la cara, sin tapujos. Autor de una de las poesías más impactantes del exilio guineano que pueda leerse en castellano, Memoria de laberintos (1999) y Desde el Viyil y otras crónicas (2008), forjador de novelas originalísimas, comprometido con la tierra de sus ancestros, la isla de Annobón, que tanto ha sufrido el embiste especulativo postcolonial, amante del fútbol, comentarista deportivo y social en distintos periódicos en España. Las aportaciones de Paco Zamora lo convierten en el más universal de los annoboneses.

En su poemario profundo y personal, Zamora evoca y lamenta una vida marcada por la dictadura y la diáspora, un espacio de reflexión único sobre la memoria. En El Caimán de Kaduna (2012), su crítica social hacia las condiciones de las personas migrantes africanas en España alcanza sus cotas más íntimas y laberínticas.

Conspiración en el green. El informe Abayak (2009) revela la originalidad de Zamora al trazar una novela policíaca en la que un detective annobonés es contratado por el Centro Nacional de Inteligencia español para investigar una trama de poder, petróleo y herencia colonial.

Espero poder hacerme pronto con un ejemplar de su última obra "La casa de los negros" (2025), publicada como la mayoría de sus trabajos por Sial Pigmalión, es un misterio para mí, aunque asumo que trata sobre la famosa institución fonde se educaron los hijos adoptivos negros de Carlos Tercero.

Francisco Zamora Loboch será, sin duda, una de esas voces que resonarán con fuerza en las décadas venideras, porque su legado literario no lo puede enterrar ningún olvido o ignorancia.