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Mejorando el acceso al agua en África





La escasez de agua puede tener graves consecuencias para la estabilidad de muchos países africanos e impactar en la cadena de valor de las industrias globales. Solucionar esta escasez provendrá de la mejora de la gestión de los recursos a través de la colaboración entre servicios públicos y privados. La pregunta ahora en cada país es si ya se ha dilapidado en los últimos años la oportunidad de invertir en los pilares de un desarrollo sostenible o si aún no es demasiado tarde.
La creciente competencia por los escasos recursos hídricos es un riesgo cada vez mayor para la sostenibilidad de los ecosistemas y las comunidades que dependen de tales recursos, además de una gran amenaza en la economía y los negocios. La explosión de crecimiento de la población mundial y el aumento de la producción agrícola e industrial están colocando una enorme presión sobre las reservas existentes en el planeta. En las próximas dos décadas, la demanda mundial de agua va camino de superar a la oferta hasta en un 40%. El cambio climático ha alterado los patrones pluviométricos en todo el planeta provocando mayor escasez de agua y más de la mitad de los humedales del mundo han desaparecido. Casi mil millones de personas no tienen acceso a agua limpia y segura, lo cual equivale a una de cada ocho personas en el planeta. Así, la gestión de los recursos hídricos se perfila como uno de los grandes desafíos globales del presente siglo.


Una serie de razones identificadas hace tiempo explican la pobreza extrema que existe en determinadas zonas de África. Puede ser el resultado de diversos factores, como la inestabilidad política o los conflictos, pero una de las mayores causas es el de la falta de acceso al agua potable. El crecimiento de la población africana en los últimos años, junto con los efectos de la contaminación, ha intensificado muchos de los problemas en el suministro de agua, que es vital para la agricultura y por tanto para la alimentación. Como esto se ve agravado con los efectos del cambio climático, los riesgos son aún más altos. Sin embargo, aunque el acceso al agua potable sea un importante desafío, aún es posible en los próximos años cerrar la creciente brecha entre oferta y demanda. Para ello, debemos entender la magnitud del problema y cómo abordarlo de forma asequible y sostenible.
LA SATISFACCIÓN DE NECESIDADES BÁSICAS
Hasta hace pocos años, en multitud de zonas rurales de África, las familias (especialmente las mujeres y los niños) tenían que caminar kilómetros hasta un río para poder obtener agua para beber, cocinar, lavar y alimentar a sus animales. Hoy en día encontramos bombas de agua en los pueblos, que se han puesto en funcionamiento a veces en coordinación con los poderes públicos. Además en algunos lugares la comunidad contrata el mantenimiento de las mismas a un servicio técnico privado. Las bombas no sólo ahorran mucho tiempo y esfuerzo, sino que también han conseguido que el suministro de agua diario a los hogares tenga un coste menor de lo que supone pagar a los aguadores que van desde los ríos hasta los pueblos.
Según los operarios de estas bombas, la conclusión es que las personas en general están dispuestas a pagar por un mejor servicio. Pero debido a la costumbre, algunos hogares no se interesan por este sistema y van todavía a por agua a los ríos. También hay quien no puede pagar el coste. Así que, para estos casos, algunos líderes de las comunidades hacen listas de hogares necesitados para que tengan un suministro mínimo gratuito garantizado. En estos casos, los aldeanos son relativamente afortunados. No sólo tienen acceso al agua, sino que también pueden elegir entre dos maneras de acceder y dos tipos de coste.
Pero muchos no tienen estas opciones y deben confiar en fuentes del agua que podrían ser poco saludables. La situación mejora en zonas urbanas, donde se cubre el 80% de la población, pero la cuestión es que más de la mitad de los habitantes de las ciudades y los pueblos en todo el continente siguen sin contar con suministro de agua potable en sus hogares, según informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y El Fondo para la Infancia de las Naciones Unidas (UNICEF). Las Naciones Unidas estiman que en el África subsahariana se pierden 40.000 millones de horas por año en recoger y transportar agua, lo que equivale a toda la fuerza de trabajo de Francia en un año. Esto es un tiempo y un esfuerzo increíblemente valioso.
Consumir gran parte del día en obtener agua para satisfacer las necesidades básicas supone un enorme coste de oportunidad, esto es, quita tiempo de muchas otras actividades. Basta pensar en todo lo que se deja de hacer al utilizar tres horas al día para conseguir agua. Las horas perdidas en llevar agua de un sitio a otro, pueden suponer a menudo la diferencia entre que tenga éxito o no un negocio con el que poder ganarse la vida. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha demostrado en términos económicos que por cada dólar invertido en agua y saneamientos, existe un retorno económico de entre 3 y 34 dólares. Por eso cuando se consigue una solución a este problema, son posibles una agricultura y un estilo de vida más sostenible.
La escasez de agua potable, así como una feroz competencia por los alimentos y la energía, seguirán acosando a muchos africanos. El Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (PMA) ha estimado que 650 millones de personas viven en áreas donde las inundaciones y las sequías pueden provocar picos muy grandes en los precios de los alimentos. Los gobiernos se enfrentan a enormes desafíos para satisfacer las necesidades básicas de la población: cambios demográficos, escasez de recursos, cambio climático y riesgos de brotes de enfermedades infecciosas. En algunas zonas de África, la sequía ha llevado a conflictos bélicos entre clanes por el acceso al agua. La escasez plantea también una amenaza a la seguridad que las agencias de inteligencia toman tan en serio como la proliferación de armas de destrucción masiva, el terrorismo y los ataques cibernéticos.
EL OCASO DE LA ABUNDANCIA
Los problemas de escasez de agua y contaminación no vienen solos, se plantean junto con otros desafíos. Después de un ciclo positivo de exportaciones de materias primas que ha durado una década, los países productores en África se encuentran frente a una tormenta perfecta: ingresos por exportación más bajos, depreciación de sus monedas, disminución de los flujos financieros que llegaban desde China, caída de la demanda interna y mayor coste de la deuda después de una subida de tipos de interés. Aunque la presión para los responsables políticos no tiene precedentes, buena parte de ellos siguen cometiendo graves errores. Pero en las circunstancias de hoy no existe mayor margen para el error y los países que adopten cualquier decisión incorrecta serán severamente castigados.
El obstáculo más común de la mayoría de los países para ampliar el acceso al agua es su limitada disponibilidad de recursos, siendo una financiación inadecuada el factor más importante que afecta a la capacidad de gestión del agua dulce en el continente. Existe consenso en que es necesario movilizar recursos financieros nacionales contados en billones (millones de millones) de dólares, así como la ayuda internacional al desarrollo y financiación privada, para hacer que estos objetivos salgan del papel y se conviertan en políticas reales. Pero los planes estratégicos nacionales para fomentar la inversión y el crecimiento son ignorados en gran medida por sus propios autores. Todo este sombrío panorama económico pesará mucho sobre los esfuerzos para poner en práctica los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Para complicar aún más la situación, en realidad no hay una crisis del agua que sea igual a otra y en cada país, e incluso dentro de un mismo país, se enfrentan problemáticas diferentes.
Para entender los problemas que actualmente enfrentan las empresas y los gobiernos en África y en gran parte del mundo, resulta útil observar lo que está sucediendo en el caso de Sudáfrica. La segunda mayor economía africana actualmente se encuentra en grandes apuros. El crecimiento anual del PIB en Sudáfrica se ha estancado en 2015. El desempleo, que se ha disparado hasta el 26% (el más alto desde 2003) es particularmente preocupante. Si tenemos en cuenta a los trabajadores “desanimados” que han renunciado a intentar encontrar un trabajo, se elevó hasta el 36% a principios de 2015. Además, muchos de los que tienen puestos de trabajo están descontentos y hacen huelgas. La falta de capacidad en el suministro de electricidad y los frecuentes cortes de luz afectan también a la producción. La sequía ha afectado a la agricultura. El turismo, una bendición en cualquier país africano, se ha visto obstaculizado por nuevos requisitos para los visados. Las agencias de calificación han advertido de que la deuda de Sudáfrica se está acercando peligrosamente a la categoría de bono basura. Como consecuencia de todo, entre los sudafricanos ha cundido el desánimo.
La desigualdad socioeconómica es muy elevada. Un informe de la consultora Boston Consulting Group coloca a Sudáfrica en el puesto 138 de 149 países en cuanto a capacidad de convertir riqueza en bienestar para su población. La debilidad de la economía está avivando el descontento social y la violencia callejera en Sudáfrica. Los extranjeros, vistos como competencia en el contexto de escasez de puestos de trabajo, han sido objeto de una serie de ataques xenófobos con consecuencias mortales. Desde 2010, las manifestaciones casi se han duplicado. Y muchas de ellas están motivadas por la deficiente prestación de servicios básicos como agua y electricidad. Hasta el momento los poderes públicos han mostrado poca capacidad de poder mejorar la situación y el partido del gobierno está empantanado en luchas internas sobre si seguir una senda económica más capitalista o más socialista. Además de todo esto, Sudáfrica sufre desde hace años por la creciente brecha entre oferta y demanda de agua.
EL COMPLICADO ESCENARIO DE AUMENTO EN LA DEMANDA DE AGUA
En Sudáfrica, el reto es muy complejo: un país semiárido caracterizado por la escasez de precipitaciones, limitados acuíferos subterráneos y una significativa dependencia de los trasvases de agua desde naciones vecinas. Debido a la variedad de ecosistemas, las soluciones deben atender a diferentes necesidades agrícolas, industriales y domésticas específicas de cada zona del país. En la gestión del agua, Sudáfrica se enfrenta a decisiones económicas y sociales muy difíciles en cuanto a agricultura, actividades industriales clave como la minería y la generación de energía, y crecimiento de los grandes centros urbanos.
La demanda de agua prevista en Sudáfrica llegará a ser de aproximadamente 18.000 millones de metros cúbicos en 2030 pero la disponibilidad actual es de unos 15.000 millones. La oferta está severamente limitada por bajos niveles de precipitaciones muy estacionales (alrededor de un 50% de la media mundial), acuíferos insuficientes, y la dependencia de trasvases de agua entre cuencas y desde otros países (por ejemplo, Sudáfrica compra casi el 25% de su suministro total de agua a su vecino Lesoto). Los efectos del cambio climático podrían agravar el problema de manera significativa: una pequeña disminución en las lluvias (y el correspondiente aumento de las necesidades de riego) puede dar lugar a un déficit de varios millones de metros cúbicos. Es necesario tener un entendimiento de los problemas de oferta y demanda a nivel sectorial. La demanda agrícola, industrial y urbana representan en Sudáfrica la mayor parte de la demanda total.
Diferentes zonas del país se enfrentan a desafíos que son únicos para el conjunto de actividades económicas predominante en cada lugar. Se espera que las cuencas fluviales que abastecen a las principales ciudades del país sufran un grave déficit provocado por el aumento de la demanda doméstica e industrial. La demanda doméstica o de los hogares ha sido impulsada en gran medida por el aumento de los niveles de ingresos y el crecimiento de la población en años anteriores, así como por la mejora de las condiciones de vida básicas (por ejemplo, el uso más amplio de duchas, inodoros y jardinería en zonas residenciales). Las proyecciones para 2030 indican que la demanda de los hogares representará 3.600 millones de metros cúbicos, pero el 20% de la población más rico consume la mitad del suministro total.
Por otra parte, la demanda de industrias como las de minería y energía será un factor cada vez más importante: en 2030, la demanda podría ascender a hasta 3.300 millones de metros cúbicos. La generación de energía representará el 12% de la demanda total, la minería el 18% y la industria manufacturera el 70% restante. Al mismo tiempo, satisfacer la demanda de generación de energía plantea otro desafío: la mayor parte de la capacidad adicional de generación prevista para 2025 provendrá de plantas eléctricas de carbón. Como los suministros locales de agua suelen ser insuficientes tanto para la minería del carbón como para la generación de energía, la dependencia de las transferencias de agua desde otras áreas es probable que aumente.
En zonas que tienen demanda agrícola creciente, en contraste con lo anterior, la gestión del agua supone una presión adicional sobre los suministros, a pesar de los límites en los niveles de riego. La agricultura representa una parte fundamental de la economía sudafricana, aportando casi el 4% del PIB del país y empleando a casi el 14% de la población activa (casi 2 millones de personas). Sudáfrica utiliza tierras de secano para el 80% de sus necesidades agrícolas y es autosuficiente en alimentos al 90%. Los rendimientos son altos, y más del 50% de la superficie de regadío (que son el 10% de las tierras de cultivo) se cultivan utilizando riego por goteo y aspersores relativamente eficientes. Pero aún se espera un aumento significativo de la demanda de alimentos y piensos. Esto creará la necesidad de una mayor eficiencia y productividad en la producción de secano y otros cambios con el fin de evitar que se utilicen en la agricultura mayores cantidades de agua que las disponibles.
La situación es muy complicada para atender todos estos aumentos de la demanda, por tanto. Además, aunque Sudáfrica ha logrado progresos sustanciales en el suministro en todo el país (el acceso aumentó del 60% al 96% entre 1994 y 2012), la falta de agua potable es todavía uno de los mayores problemas de la población en algunas áreas, y podría empeorar aún más como consecuencia del deterioro de la infraestructura de distribución. Para estas personas, la pobreza suele ser una constante en sus vidas. La buena noticia es que éste es un problema que tiene solución. A pesar de la profundidad y la amplitud del desafío, existen soluciones al alcance que no tienen que ser prohibitivamente caras si empiezan a ser desarrolladas cuanto antes.
¿PRIVATIZAR EL AGUA CÓMO SOLUCIÓN?
Examinando su evolución a más largo plazo, Sudáfrica ha logrado notables avances en general en la ampliación del acceso al agua potable. Bajo el sistema de apartheid, alrededor de un tercio de la población no tenía acceso a agua potable, mayoritariamente en las comunidades negras del país, entonces segregadas. Pero cuando el Congreso Nacional Africano llegó al poder en 1994, la nueva Constitución proclamó el acceso al agua como un derecho humano fundamental. En el año 2004, aproximadamente el 88% de la población tenía ya acceso a agua potable y se estableció la política de que todos los que tuviesen agua corriente tenían derecho a recibir gratis 25 litros por día. Más allá de ese umbral, un usuario debía pagar según incrementase su consumo.
En la década de 1980, en general el suministro de agua en África se amplió principalmente debido a la actividad del Estado, llevada a cabo por los gobiernos a través de los servicios públicos. Éstos fueron financiados a través de presupuestos públicos principalmente basados en impuestos y en el apoyo de donantes externos. Puesto que las infraestructuras no se llevaban a cabo con fines de lucro, las tasas para conectar una tubería a la red de distribución eran mínimas. Algunos de los que no tenían conexión en las ciudades o en las comunidades rurales, podían acceder a fuentes públicas con frecuencia de forma gratuita. Pero estos sistemas administrados públicamente dejaban fuera a millones de personas, de manera que existía un espacio de actuación bastante amplio que podía ser ocupado por la actividad de empresas privadas.
En la década de 1990, se ofrecieron grandes incentivos a las empresas extranjeras, como exenciones fiscales y la repatriación completa de los beneficios, en un esfuerzo para atraerlas al sector. Pero incluso así, los inversores privados del sector generalmente prefirieron ir a Asia y América Latina. Consecuentemente, las zonas de África que más lo necesitaban han sufrido décadas de falta de inversión en las instalaciones de agua. Teniendo en cuenta esto, y la mala gestión de los servicios públicos en general en muchos países africanos, no se han podido mantener los niveles de servicio existentes y mucho menos ampliarlos.
Una práctica que aplicaron de forma estricta y habitual las empresas de agua tanto privadas como públicas fue recuperar los costes de inversión trasladándolos al precio pagado por el usuario (los costes de invertir en ampliaciones y mejoras del servicio), afectando gravemente a los hogares más pobres. La Red de Servicios de Desarrollo Rural, una organización no gubernamental con sede en Johannesburgo, estimó en 2002 que unos 10 millones de personas habían tenido cortado el abastecimiento de agua en un momento u otro durante los ocho años anteriores por no pagar sus facturas. Dos años antes, un gran brote de cólera arrasó la provincia de KwaZulu-Natal, matando a unas 300 personas. Los funcionarios de salud encontraron que muchas personas en las zonas más afectadas habían recurrido al uso de agua de ríos y lagos cercanos contaminados, porque se les había cortado el suministro de agua por falta de pago de las facturas.
El gobierno sudafricano respondió con la instalación de fuentes públicas en las comunidades con bajos ingresos y con la introducción de tarifas planas más asequibles. Sin embargo, las políticas de austeridad promovidas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) desde 2008 debido a la crisis económica obligaron a muchos países africanos a reducir el gasto en servicios públicos como el agua, y en algunos casos a privatizar algunas de las instalaciones públicas existentes. La expectativa era que el sector privado, principalmente las empresas de agua multinacionales funcionando como entidades con ánimo de lucro, podrían entrar a hacerse cargo de las empresas públicas en África al tiempo que invertirían y expandirían la red de suministro. Pero éste no ha sido el caso. Los inversores no encontraron atractivo el sector del agua en el continente porque los rendimientos no eran suficientes para justificar las grandes inversiones que eran necesarias.
Como parte del esfuerzo para promover la participación privada en el sector del agua en África y otras regiones en desarrollo, la recuperación de los costes a través del precio del servicio se ha convertido con los años en una práctica cada vez más común. Para las empresas privadas, la aplicación de tarifas más altas y tasas a los usuarios era fundamental para obtener una ganancia. Y para las empresas de servicios públicos, el aumento de los precios también fue visto como una manera de compensar pérdidas financieras o de aumentar los recursos para nuevas inversiones. Para muchas personas que nunca habían tenido acceso al agua potable o que habían obtenido agua previamente de aguadores privados que cobran precios exorbitantes, las nuevas tarifas pueden haber merecido la pena. Sin embargo, para muchas personas pobres los precios han resultado prohibitivos.
En la búsqueda de un equilibrio entre la ampliación del acceso y su coste, el correspondiente Informe del Desarrollo Humano del PNUD declara que “el desafío para todos los proveedores, públicos y privados, es ampliar el acceso y superar la desventaja de precios que enfrentan los hogares pobres”. La cuestión en la práctica es que, en términos generales, es imposible determinar en qué medida deben las organizaciones públicas, privadas o comunitarias participar en la prestación y gestión de servicios de agua. Cada circunstancia debe ser considerada de manera particular y la solución debe adaptarse a la población más necesitada, tener un coste asequible y ser sostenible en cada comunidad.
SOLUCIONES SOSTENIBLES Y DIFERENTES PARA CADA SITUACIÓN
La ironía en toda esta situación es que África tiene abundante agua dulce: grandes lagos, grandes ríos, enormes humedales y aguas subterráneas en muchas zonas. Y que pese a ello, se utiliza sólo un 5% del agua dulce disponible en el continente y es la única región del mundo donde la inseguridad del agua es cada vez mayor. Los riesgos por suministro de agua y saneamientos inadecuados en realidad han aumentado debido a que la demanda de la población está creciendo muy rápidamente y la oferta no consigue acompasarse. África se enfrenta a serias limitaciones en cuanto a un mayor acceso al agua potable, entre las que destacan el escaso personal cualificado y la ineficacia de las instituciones responsables. Esto está contribuyendo a desacelerar el crecimiento económico y su causa es también fundamentalmente económica. Según el El Fondo Fiduciario para Agua y Saneamiento del Banco Africano de Desarrollo (BAfD), el factor más importante que afecta a la capacidad de suministro de agua dulce en el continente es la falta de financiación. En la mayoría de países, la escasez de agua y la contaminación tienen como obstáculo más común los limitados recursos que se dedican a su solución o que hay disponibles.
No hay una única solución para asegurar que todo el mundo tenga acceso al agua. Cerrar la brecha entre oferta y demanda implica una combinación sostenible y rentable de tres factores, dos de los cuales hacen uso de mejoras técnicas (aumentando la oferta y la productividad) mientras que el tercero se relaciona con decisiones que cambien el conjunto de actividades económicas subyacentes. En Sudáfrica y otros lugares, se encuentran disponibles medidas rentables que constituyen un enfoque equilibrado y tienen que ver con la oferta, la eficiencia agrícola y las mejoras de productividad, y factores dinamizadores en la industria y los hogares. Un análisis de los costes y del potencial de las medidas técnicas existentes para mantener las actividades que dependen del agua de manera sostenible, muestra que Sudáfrica puede implementar una solución equilibrada para cerrar esta brecha entre oferta y demanda. Una vez más, es la hora de aplicar estrategias de sostenibilidad, a largo plazo.
Para hacer frente a las sequías y alimentar a una creciente población, son necesarios dos elementos: una revolución verde (como ya describimos en el análisis “Desarrollo rural africano sostenible”) y acumular agua de lluvia mediante algún sistema. La revolución verde que tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XX en Asia y América Latina se basó en variedades de cultivos de alto rendimiento como el arroz y en la mejora de los métodos de riego, de manera que se logró acompañar el aumento de la población. Pero si bien el crecimiento masivo de Asia en la producción agrícola de la década de 1960 hasta la década de 1990 se basaba en el riego, la revolución verde en África tendría que estar basada en la captación de agua de lluvia antes de que se evapore. Y las aguas subterráneas son clave para la producción de alimentos en el futuro en África, pudiéndose poner en marcha sistemas de riego en zonas secas gracias al aprovechamiento del agua del subsuelo.
Una mejor captación y un mejor aprovechamiento del agua de lluvia son entonces esenciales para la gestión de los períodos de sequía. En gran parte del continente, el agua de lluvia se evapora antes de llegar a los ríos, y de todos modos muchos agricultores están lejos de los ríos o pantanos, quedando la recogida de agua de lluvia como única solución. La cuestión es también situar los cultivos de manera que se pueda conseguir que la lluvia que cae al terreno llegue bien a las raíces desde las que las plantas toman los nutrientes, éste será otro de los factores fundamentales. Además, la captación de agua de lluvia en las azoteas de las casas es cada vez más popular en lugares con precipitaciones irregulares o periodos de sequía de otras regiones como Asia, donde durante siglos el agua de lluvia ha sido recogida y almacenada en tanques para su uso en la estación seca.
En éstos y otros aspectos, las soluciones deben incluir mejoras técnicas para aumentar la oferta, así como medidas para mejorar la productividad y la eficiencia, para equilibrar las demandas de recursos hídricos que son finitos. Será necesaria la instalación de nuevos pozos equipados con bombas, además de redes de tuberías. Las soluciones pasan también por tener en cuenta contraprestaciones entre las demandas de la agricultura, de las actividades industriales y de los crecientes centros urbanos. La gestión de las compensaciones entre diferentes sectores en base a sus costes comparativos ayudará a lograr el ahorro de agua requerido con desventajas mínimas para la economía.
¿De dónde saldrá el dinero para llevar a cabo estas transformaciones? La asistencia de donantes externos es una de las fuentes. Pero los donantes ofrecen sólo una parte de los miles de millones anuales necesarios para alcanzar los objetivos planteados, y la mayoría de las ayudas vienen con condiciones añadidas que obligan a los gobiernos africanos a contratar expertos (consultores, gestores, técnicos e ingenieros) de los países donantes para ejecutar los proyectos. Esto hace que sea difícil para estos países retener a sus profesionales nacionales. Dejar de lado la experiencia local en la implementación de este tipo de proyectos hace que el sector del agua sea poco atractivo para muchos profesionales. Para abordar este problema, la red de Água de Naciones Unidas en África ha creado un directorio de expertos en agua africanos. Como facilita que los expertos trabajen en otros países del continente, la iniciativa no sólo ayudará a fomentar la integración regional, sino también mejorará el mantenimiento a largo plazo de proyectos en el continente.
Los gobiernos deben ser capaces de aumentar también las asignaciones presupuestarias. El Programa Ambiental de las Naciones Unidas (PNUMA) señala que muchos gobiernos africanos tienen aun pendiente la responsabilidad de llegar a más de 300 millones de personas actualmente están privados de agua potable. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) estima que el gasto presupuestario total en los sectores de agua y saneamiento en África subsahariana está alrededor de 800 millones de dólares al año. Esta cantidad probablemente podría aumentar a 2.500 millones a través de medidas adoptadas por los proveedores de servicios para trasladar los costes al precio que pagan los usuarios en las comunidades locales.
De forma similar a las medidas de adaptación al cambio climático, la gobernanza del agua tiene sentido económico simplemente desde una perspectiva de desarrollo. Según las Naciones Unidas, se prevé que la población mundial aumente de los 7.350 millones actuales a unos 9.700 millones en 2050 y 11.200 millones en 2100, teniendo lugar la mayor parte de tal crecimiento en regiones en desarrollo y particularmente en África. Los expertos en desarrollo están centrando sus esfuerzos en apoyar a los pequeños agricultores para iniciar la necesaria revolución verde que reduzca el hambre y la pobreza en África. Los países africanos que consigan realizar la gobernanza del agua de una forma correcta, verán llegar muchas más inversiones para otros sectores, y es importante tener inversores que quieran participar en la economía desde casi cualquier punto de vista.
Es necesario asegurar que cada país sea capaz de cumplir con sus necesidades de agua tanto hoy como en el futuro. Algunas empresas públicas de gestión de aguas en África trabajan de una manera bastante eficiente en el nivel local, contrarrestando los comentarios negativos acerca de que los servicios públicos africanos son inherentemente ineficientes y sólo pueden mejorarse mediante la introducción de contratistas privados. Estos servicios públicos exitosos deben compartir su conocimiento de gestión con otras instituciones. Deben también ponerse en marcha políticas adecuadas para favorecer la participación del sector privado en la provisión de agua. Una serie de países, a instancias del Banco Mundial y del FMI, han tratado de atraer inversiones para ampliar las instalaciones. Con la ausencia de tales políticas, se hará muy difícil la resolución de estos problemas.
Para muchos gobiernos africanos, el reto no sólo es encontrar más dinero para inversiones. También consiste en adquirir los conocimientos técnicos para utilizar los recursos de manera más eficaz y que las instituciones sean capaces de gestionarlos de manera adecuada. Para ello, los países necesitarán profesionales con las habilidades para planificar, presupuestar, diseñar, supervisar y construir las instalaciones, así como los equipos de ingeniería, perforación y construcción. En algunos países africanos, especialmente los que salen de un conflicto, dichas capacidades no están disponibles fácilmente. Pero alrededor de un tercio de los países africanos tienen capacidades para poner en práctica inversiones, si se puede asegurar la financiación. En el resto, las capacidades tienen que ser construidas como componentes (que también necesitan una financiación) de cada proyecto.
Al buscar soluciones que amplíen el acceso al agua potable, las decisiones que se tomen sobre una adecuada combinación público-privada tienen que ser tomadas de forma descentralizada caso por caso, sobre la base de valores y condiciones locales de cada comunidad. Las soluciones deben atender a las necesidades económicas y sociales específicas de cada lugar en particular. Por ejemplo, en al menos siete zonas rurales de Sudáfrica consistirán casi en su totalidad en mejorar la eficiencia agrícola, mientras que en los centros urbanos tendrán que adoptarse soluciones para la industria y los hogares. En todos los ámbitos, una fuente importante de ahorro siempre vendrá del uso más productivo del agua y del aumento de la eficiencia en el suministro.
LA COORDINACIÓN POLÍTICO-EMPRESARIAL
La seguridad del acceso al agua se perfila como uno de los grandes desafíos del siglo XXI, que los responsables políticos y líderes empresariales deben enfrentar juntos. Los responsables políticos reconocen que ciertas tecnologías, que están siendo desarrolladas por empresas punteras, son herramientas críticas para la gestión eficaz de los escasos recursos hídricos. Y los líderes empresariales deben también ayudar a dar forma a políticas que hagan posible que sus tecnologías sean productivas. El sector público y las Organizaciones No Gubernamentales (ONG’s) han dominado el debate sobre las políticas del agua, pero en los últimos cinco años, un número creciente de empresas del sector privado también han comenzado a ofrecer respuestas sobre la mejor manera de gestionar el agua con eficacia. Estas empresas han comenzado prestando mucha más atención al medio ambiente. A medida que desarrollen una nueva generación de tecnologías relacionadas con el agua, también influirán cada vez más en una nueva generación de políticas públicas que estimulen el desarrollo y el uso de estas tecnologías.
Así es cómo un grupo de empresas, principalmente del sector de las bebidas, la minería y la generación de energía, están participando en torno a estas dos dimensiones. Han llegado a la conclusión de que la creciente escasez de agua constituye una amenaza a su futuro en África. Además consideran que, si bien las empresas tienen que gestionar el agua de manera eficiente de puertas para dentro, necesitan también un entorno legal y regulatorio predecible que gobierne todos los usos del agua. Estas empresas creen que el sector privado tiene aportaciones útiles y legítimas que hacer en el proceso de formulación de políticas, y que las buenas prácticas en los negocios pueden guiar su aplicación efectiva.
Un segundo grupo de empresas está desarrollando tecnologías que pueden permitir a la sociedad conseguir mayor productividad por cada gota de agua en una variedad de actividades. Hay tres segmentos. El primero comprende empresas que desarrollan semillas que mejoran la productividad y tecnologías agrícolas. Debido a que la agricultura representa más del 80% del consumo de agua en el mundo en desarrollo y a que las ganancias de productividad de dichas tecnologías han caído por debajo del 1% por año (eran alrededor del 3% al año en la revolución verde de la década de 1960), estas innovaciones son vitales para una mejor gestión del agua. Un segundo segmento de empresas está desarrollando nuevas tecnologías para procesos de desalación y para tratamiento de aguas residuales. Es teóricamente posible desalar el agua de mar mediante el uso de sólo un 25% de la energía que actualmente se requiere a través de las tecnologías existentes. Si nuevos desarrollos como la nanotecnología permiten que este potencial se haga realidad, el coste de la desalación se reducirá a un nivel que la mayoría de las ciudades y las industrias en las zonas costeras de todo el mundo podrá asumir.
El tercer grupo comprende empresas que proporcionan información (como probabilidad de precipitaciones, humedad del suelo, requisitos sobre los fertilizantes o datos sobre el ciclo del agua en un país). Esto es esencial para el consumo de energía, el uso doméstico del agua, y, lo más importante, para la agricultura. Así se pueden producir muchos más cultivos que con los métodos tradicionales, y las industrias y las ciudades pueden utilizar mucha menos agua también. Los nuevas tecnologías de Smart City y Smart Rural incluyen sistemas con sensores para la gestión de todo el ciclo del agua desde su recogida hasta su consumo final, controlando los niveles de contaminación, que optimizan el suministro y detectan las pérdidas por filtración (que son altísimas en los países en desarrollo).
Los ejecutivos de estas empresas líderes saben que el progreso en la gestión del agua depende del avance combinado en tecnologías y políticas. En algunos países, las deficiencias políticas se traducen en que muchas tecnologías existentes que hacen un uso más eficiente del agua no sean bien empleadas. Esto es lo que lleva a que un creciente número de empresas colaboren con responsables políticos, para garantizar la implementación de políticas de regulación. En conversaciones con estos responsables políticos, los líderes empresariales destacan ejemplos como el de la cuenca del Murray-Darling, en Australia, donde un entorno normativo propicio ha significado que una reducción del 70% en la disponibilidad de agua no haya tenido prácticamente ningún impacto en la producción agrícola. En situaciones como ésta, los políticos saben que lo que se necesita es una nueva generación de tecnologías que permitan a la sociedad hacer más con menos. Y saben también que la clave para lograrlo es un entorno de políticas jurídicas y empresariales que estimulen el desarrollo de la próxima generación de tecnologías de eficiencia hídrica.
CONCLUSIÓN
El acceso al agua puede romper el ciclo de la pobreza. Los niños van a la escuela en lugar de tener que emplear parte del día en recoger agua, y dejan de estar enfermos a causa de las muchas enfermedades transmitidas por el agua. El acceso al agua conduce a la seguridad alimentaria, y muchas escuelas pueden alimentar a los estudiantes con huertos ecológicos que reducen los costes y mejoran la nutrición. Los padres encuentran más tiempo para cuidar a sus familias, ampliar su producción agrícola hasta unos mínimos satisfactorios y poner en marcha negocios. Con agua potable y las manos limpias, se reduce el tiempo perdido con enfermedades y la gente puede volver antes al trabajo. Por eso, combatir los efectos sociales y económicos causados ​​por la falta de agua potable está entre las más altas prioridades de cada comunidad.
La escasez de agua es de gran importancia para las empresas y las naciones del mundo entero. Dada la dificultad histórica de proporcionar suficiente agua para satisfacer las necesidades de las sociedades en todo el mundo, es evidente que los gobiernos y el sector privado deben asociarse para desarrollar políticas eficaces y soluciones sostenibles. En todo el mundo, las empresas y los responsables gubernamentales deben ir más allá de las políticas que han sido habituales hasta ahora, no sólo para aumentar la oferta y mejorar la productividad de los recursos, sino para reformular en consecuencia las actividades económicas en general. Si se pretende que las nuevas estrategias sean eficaces, los líderes empresariales y políticos tendrán que trabajar juntos y más estrechamente para ponerlas en práctica.
Aunque el vaso sin duda pueda parecer medio vacío, también está medio lleno, sobre todo porque los líderes empresariales entienden que la escasez de agua es un problema que afectará a las industrias, proveedores y comunidades en las que trabajan. Por eso, deben entrar en el área de las políticas públicas para ayudar a dar forma a soluciones asequibles para toda la población. A su vez, los líderes políticos han comenzado a comprender mejor las contribuciones del sector privado. Pero más líderes de ambos entornos deben seguir este ejemplo. Aquellos lugares que consigan realizar una correcta gobernanza del agua, tendrán además una mayor atención de los inversores internacionales para impulsar sus economías. Es así como aseguraremos el despliegue de nuevas tecnologías y la formulación e implementación de una nueva generación de políticas de gestión del agua en África.
Fuestes: Departamento de Información Pública de las Naciones Unidas, World Economic Forum, The Water Project, The Economist, The Guardian, McKinsey Global Institute, Boston Consulting Group.
Pedro Martín es Socio de Consultoría y Analista Principal de Estrategia y Operaciones en AFROIBEROAMERICA | Colaborador en la Red UNESCO de Estudios Afroiberoamericanos | Formación en las áreas de Ingeniería, Economía/Administración y Relaciones Internacionales
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Antumi Toasijé

Antumi Toasijé
Doctor en Historia, Cultura y Pensamiento

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