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¡Que hable el Cardenal!

Fuente: Amodominicana.com

Político dominicano residente en Europa
@AminArias
La República Dominicana se está dando un baño de realidad. La están enfrentando a sus propios miedos, a lo que siempre ha pretendido mantener oculto. Le están restregando en la cara lo que siempre ha estado ahí pero que ha parecido no existir porque las presiones internas de determinados sectores han pesado más que la evolución natural del mundo de la que el país se había desenganchado desde hace una generación.
En un país donde la clase dominante son las cuatro familias blancas de toda la vida y otros cuantos mezclados que siempre han renegado de su ascendencia negra, resulta más que curioso el echo de ver cómo el Vaticano envía como Nuncio Apostólico a Jude Thaddeus Okolo, un religioso africano tan negro como el mismo negro que llevamos todos los dominicanos y dominicanas detrás de la oreja, ese negro que compone nuestra esencia y que para algunos resulta imposible reconocer por ese complejo de indios que habita en el imaginario del país.
Nos han mandado a un negro que a más de uno sólo le recuerda la figura de “los grandes invasores y malogradores de nuestra identidad y soberanía”. Tiene la cara y el temple de Toussaint, la sonrisa de Dessalines, la mirada profunda de Boyer y la soltura en el manejo diplomático de Herard. Pero ha traído a la mente a más de uno los desmanes de Carrié, la desidia de Desgrotte y la impertinencia de Souffront.
Otros vemos a aquellos mismos, pero también a Lemba, a Martín Luther King, a Obama, a Mamá Tingó, a Mandela…
Por otro lado, los EEUU se han mantenido en sus trece y han nombrado a James Wally Brewster como Embajador en el país. El representante de la primera potencia del mundo ha llegado a Dominicana acompañado de su esposo, con el que contrajo matrimonio hace tan solo unas semanas.
La oposición al nombramiento del Embajador estadounidense por ser abiertamente homosexual fue feroz por parte de la Iglesia católica y un sinnúmero de congregaciones de iglesias protestantes. Pero el asunto ha sido resuelto por el propio pueblo, el que en su mayoría ha apostado por ver en Wally sus buenas credenciales y dar menor importancia a su vida personal, basando sus consideraciones en el respeto a todas las personas independientemente de sus circunstancias particulares. Y el Gobierno, por su parte, se ha mantenido firme y no ha claudicado ante los poderes ultraconservadores que clamaban porque el país se negará a recibirle.

El xenófobo, racista y homófobo Cardenal López Rodríguez se estará preguntando qué hizo él para merecer esto. Por qué Dios lo castiga de esa manera teniendo que lidiar con un hombre tan negro que no hace más que recordarle a los hermanos de la otra parte de la isla de los que tantas lindeces ha dicho, y con un “pecador” como el Embajador americano.
López Rodríguez está muy callado, y eso no es muy habitual en él. Creo que es la primera vez que hace un silencio tan prolongado y puede que se deba a que está asistiendo al final de la Iglesia arcaica e inquisitorial en la que cree; la Iglesia que dijo hace 500 años que los negros no tenían alma y justificó la esclavitud o que la tierra era plana y que acabó con la vida de cientos de personas solo con el fin de mantener sus tesis. Esa misma Iglesia que pasados dos mil años sigue oponiéndose a los derechos y libertades de las mujeres negándoles, entre otras cosas, la posibilidad de decidir sobre su propio cuerpo, parece que se acaba.
Estará callado quizá por lo que le dijo el Papa en octubre en una misiva que le dirigió en la que le recordaba, entre otras cosas, que la Iglesia no quiere privilegios ni tiene intereses políticos, que “no busca alianzas estratégicas” y que su único objetivo es “servir, servir a todos, y por eso trabaja por el bien común, la paz, el progreso, la libertad, la justicia, la solidaridad y el desarrollo integral de los dominicanos”. Vamos, que le dijo al Cardenal que deje de estar metiendo la cuchareta en la política y que se ocupe de su rebaño.
El Papa Francisco, el primer latinoamericano en ocupar la silla de Pedro, aquel cura argentino en el que nadie parecía confiar (y que además ha sido señalado por sus vínculos con la dictadura de Videla, extremo que él siempre ha negado) está haciendo una revolución dentro del seno de la Iglesia que ha dejado a todos los cardenales más reaccionarios con la boca abierta, sin capacidad de reacción.
Su pronunciamiento sobre las personas LGTB y el recientemente desvelado discurso en el que aseguraba que era un reto para la Iglesia seguir predicando el evangelio a la vez que se adaptaba a la convivencia con otros tipos y modelos de familia distintos a la tradicional le han colocado en una posición nunca antes vista. La revista Time le ha nombrado “personaje del año”. Su progresismo contrasta con el conservadurismo de su antecesor y parece que está dando resultados: los diversos estudios que se han realizado en este último año demuestran que las iglesias se están volviendo a llenar de feligreses. Y es normal, una Iglesia que respete la diversidad del mundo y se suba al carro de sus vertiginosos cambios será la Iglesia del pueblo.
Al Cardenal Lopez Rodríguez el juego del nuevo Papa le ha agarrado fuera de base. Su silencio es como un grito ensordecedor que dice que está en franca contraposición a esa nueva Iglesia abierta verdaderamente a los pobres, a los marginados. La iglesia de Cristo que no dejó de rodearse de mujeres que habían ejercido el más antiguo oficio, que perdonó a malhechores y que salvó la vida del amado siervo de aquel gladiador de Cafarnaún, sin cuestionar jamás la relación que les unía.
2014 empieza con buen pie. Los cambios que harán a República Dominicana un país de este siglo llegan lentos, pero están ahí. Tanto si habla el Cardenal como si no, lo que diga o deje de decir poco servirá para intentar atajar la transformación.

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Antumi Toasijé

Antumi Toasijé
Doctor en Historia, Cultura y Pensamiento

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