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Guinea Ecuatorial: en defensa de los que vuelven


Desde los inicios de la agudización de la crisis en Europa en torno al 2008. Y sobre todo, dada la virulencia con la que ha estado atacando a España y la poca capacidad resolutiva de este gobierno, son centenares de miles los migrantes que están retornando a sus países de origen. Entre ellos hay muchos guineanos de nacimiento o de origen, es decir españoles hijos de guineoecuatoriales que han optado por hacer las maletas y regresar a la madre África. También lo están haciendo muchos españoles de origen, pero las connotaciones de su periplo son distintas. Yo haré aquí referencia a los guineanos, o a los hispano-guineanos.

Por: Antumi Toasijé
Director de: Wanafrika.org
Los números son difíciles de calcular, tal vez ronden los cinco mil y van en aumento. Personalmente recibo frecuentemente noticias de amigos y familiares que han tomado esta decisión, conozco sus expectativas y miedos previos, y en muchos casos su periplo por allá. A veces es un viaje con un regreso rápido, en otros casos es un ir y venir y para otros es un regreso que parece definitivo. Muchos de ellos pisan ahora por primera vez el país de sus ancestros, tras toda una vida en España, y se sienten un poco perdidos entre dos mundos. Otros llegan como cada cierto tiempo "de vacaciones"; han ido observando los cambios en Guinea, de modo que sus últimas vacaciones se alargan hasta reinstalarse allí. Bata y Malabo son las principales ciudades de recepción ¿pero qué recepción?

En la nueva Guinea  Ecuatorial, llena de posibilidades interesantísimas y también de orgullos fatuos y un nuevo consumo superficial, se ha dado en llamar a los recién llegados hombres y mujeres negros venidos desde España con diversos motes, entre ellos "crisis". Conozco casos de emigrados que ha servido como chanza durante un tiempo rodando de despacho en despacho, con promesas de empleo bajo el brazo, exhibidos como fracasos humanos. Sin embargo otros, algunos más pronto y otros más tarde, se están haciendo un hueco en la emergente y vibrante sociedad guineana. Están haciendo valer sus experiencias en el exilio y están contribuyendo al crecimiento del país, especialmente en ámbitos donde se exige especialización. Están reintegrándose y reinventándose y están viviendo de lleno una nueva etapa en sus vidas, quizás la definitiva. Para ellos la experiencia vale la pena y es económicamente y personalmente recompensante.

Sólo hay un inconveniente. Es difícil trabajar en Guinea Ecuatorial, a determinados niveles, sin tener que entenderse de algún modo con el criminal poder dictatorial que, todavía, lo controla casi todo. En Guinea a pesar del indudable crecimiento económico, y de las mejoras en muchos aspectos, hay una densa censura en el ambiente, una sensación opresiva de "cuidado con lo que haces y dices", un ambiente que puede ser verdaderamente asfixiante. Tampoco ayuda el ver como están proliferando las fórmulas mágicas para hacer dinero rápido por los métodos más cuestionables y criminales. Y tampoco es edificante ver como se superficializan las relaciones humanas y se convierten en una hoguera tropical de las vanidades, copiando lo peor de Occidente. Por eso el precio a pagar por el retorno es el silencio.

Pero, quizás lo peor de ser emigrado o repatriado en Guinea no sea todo eso, sino la crítica de los que están fuera. Una crítica, a menudo proveniente de los antiguos amigos y allegados y otras veces de los portavoces sociales y políticos en el exilio, que, con cierta miopía, ven como una traición imperdonable el regresar a Guinea y ponerse a trabajar más o menos cerca del régimen. En algunos casos esa crítica no puede ocultar cierta envidia, ya que algunos de los más críticos también intentaron regresar pero no les fue posible por diversos motivos. En otros casos la crítica surge de la sincera visión que se tiene de existir sólo dos bandos en Guinea Ecuatorial, gobierno y oposición, los malos y los buenos. Son los que piensan que regresar y trabajar en tu país te convierte en colaboracionista y en culpable o cómplice de los crímenes del régimen.

En cualquier caso, es una crítica injusta y desproporcionada. Todo ser humano tiene derecho a viajar dónde le apetezca y establecer allí su residencia. Todavía más, todo africano que desee regresar a la tierra de sus padres tiene todo el derecho a hacerlo y contribuir como buenamente pueda al desarrollo de nuestro querido continente. Allá donde vayamos, sea África, Europa o cualquier otro lugar del mundo, veremos injusticias y tendremos un margen de decisión, aunque sea estrecho para mancharnos de sangre o no. Lo que nos hará buenos o malos no será donde vivamos o donde trabajemos, ni siquiera y siempre para quién trabajemos, sino qué hagamos en concreto según nuestras verdaderas posibilidades, porque tal vez la mejor forma de cambiar las cosas sea, combinando el trabajo desde dentro, por discreto que parezca, con el que se hace desde fuera. Entiendo a los que creen que no se puede trabajar en Guinea Ecuatorial sin colaborar con la dictadura, pero no comparto esa idea. Más bien creo, en defensa de los que vuelven, que con sus ideas su regreso puede suponer un factor más para el cambio, aunque quizás ahora no sea fácil percibirlo.

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Antumi Toasijé

Antumi Toasijé
Doctor en Historia, Cultura y Pensamiento

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