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Alarma en el Sahel: Una crisis que no puede esperar







Fuente: Afroconciencia

Desde hace seis meses los titulares de la prensa hablan de la crisis alimentaria del Sahel. Son muy parecidos a los que hace un año alertaban de otra crisis, la del Cuerno de África. En aquella ocasión, y a pesar de las advertencias de las ONG que trabajan en la zona, la respuesta internacional no despertó hasta que Naciones Unidas declaró oficialmente la hambruna. Esta falta de reacción y dificultad para engrasar la pesada maquinaria de la ayuda internacional tuvo como consecuencia entre 50.000 y 100.000 muertes que podrían haberse evitado. ¿Volveremos a cometer los mismos errores con el Sahel?

Las visitas de la lluvia al Sahel están medidas con cuentagotas. Los habitantes del cinturón suroccidental que bordea el desierto del Sáhara viven mirando al cielo, del que depende su subsistencia. Incluso, durante los años en los que el agua es más abundante, existen dificultades para mantener a toda la población en un ecosistema tan árido y excepcionalmente frágil. Por ello, cuando las lluvias no llegan o se retrasan, no hay cosechas, los animales mueren, los precios de los alimentos básicos se disparan y, al mismo tiempo, desciende la capacidad de la población para comprarlos.

Esta débil cadena de supervivencia se ha roto en tres ocasiones en la última década con tres crisis alimentarias (2005, 2009 y 2010). Sin embargo, mientras que las sequías de otros años se dejaron sentir principalmente en Níger y Chad, la actual se está extendiendo por toda la región y es solo el principio. Según los datos de la FAO (organismo de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), más de quince millones de personas están sufriendo la actual crisis alimentaria. Una situación que empieza a tener consecuencias fatales y los primeros afectados son, como ocurre habitualmente, niñas y niños. Más de un millón están al borde de la desnutrición aguda grave, según Unicef, y otros 1,9 millones menores de 5 años podrán sufrir una desnutrición moderada.

En una región cuya población está principalmente dedicada a la agricultura y la a ganadería, las familias se están viendo obligadas a reducir el número de comidas diarias, a vender las cosechas que tenían reservadas para subsistir hasta el próximo periodo productivo, vender sus animales y vender sus tierras. Todo ello, las hace aún más pobres y vulnerables, obligándolas, en muchos casos, a trasladarse a otros lugares en busca de trabajo.

Este panorama se ha visto agravado, además, por conflictos regionales, como los de Costa de Marfil, Nigeria, Libia o Malí, que también han llevado a cientos de miles de personas a abandonar sus casas y a dirigirse a otras zonas del país o cruzar sus fronteras. En Malí, se han registrado ya más de 200.000 desplazados (datos de ACNUR) desde el pasado mes de enero, cuando comenzaron los enfrentamientos entre los rebeldes y el ejército, en el norte del país. Huyen a toda prisa de la violencia y necesitan acceso urgente a productos básicos como ropa o alimentos. Más de la mitad ha cruzado las fronteras malienses hacia países como Níger, Mauritania o Burkina Faso, que ya tienen serias dificultades para alimentar a sus propias poblaciones.

En ese país, Malí, la crisis afecta ya a tres millones de personas (20% de la población), en Níger a 5,4 millones (el 35% de la población), en Burkina Faso a 1,7 millones (10%), en Chad  3,6 millones (30%), en Senegal a 850.000 personas, principalmente del norte (6%), en Gambia a 713.500 (37%) y en Mauritania a 700.000 personas (22% de su población). Estos son, según la FAO, los países más afectados. En ellos, la producción de cereales cayó un 25% en 2011 y en algunas zonas de Mauritania y Chad sólo han podido recoger la mitad de la cosecha.

En toda la región del Sahel, los precios de los alimentos se han incrementado entre un 25 y un 50 por ciento por encima de la media de los últimos cinco años. Y podrían aumentar entre un 25 y un 30 por ciento más entre julio y agosto. Las cosechas no volverán hasta octubre, si es que este año la sequía da una tregua, pero la población no puede esperar hasta entonces. La respuesta internacional urge, sin vacilaciones. Según Naciones Unidas, se necesitan 553 millones de euros para hacer frente a las necesidades actuales. Sin embargo, los países donantes solo han aportado la mitad, un porcentaje que cae hasta el 29 % en el caso de los fondos solicitados y percibidos por ACNUR para atender a los refugiados. España aparece en decimotercer lugar.

El Sahel necesita una respuesta integral urgente. Soluciones reales que hagan frente a las causas estructurales que generan este tipo de crisis humanitarias en la región.

La emergencia no acaba en el Sahel
En Habitáfrica seguimos trabajando desde nuestros proyectos en el terreno. La región de Casamance, que colinda con el Sahel, también está sufriendo las consecuencias de esta nueva crisis alimentaria. "La situación es complicada. Esto es un problema estructural, que no viene de ahora. En esta región, como ocurre en el Sahel, la tierra a las que tiene acceso la población es improductiva porque la buena se le deja a empresas y grandes productores que la destinan a otras cuestiones que no tienen relación con los puntos de la seguridad alimentaria", nos cuenta nuestra compañera Almudena Moreno, que trabaja en la zona.

Las reservas de los hogares se acabaron al comenzar el mes de marzo y desde entonces son muchas las personas que se están viendo obligadas a dejar de comer. "En Casamance, el 46% de los hogares ha reducido al menos una comida durante los últimos dos meses y el 24% ha dejado de comer uno o dos días. La situación es bastante complicada y se avecina más porque hasta que no se pueda recoger la próxima cosecha, a finales de septiembre u octubre, no hay nada que vender. Hay personas que han empezado a comer raíces".

Habitafrica trabaja junto a Solidaridad Internacional e Ipade en esta región, que es la más afectada por la sequía en los países de Senegal, Guinea Bissau y Gambia. "Hemos priorizado actividades relacionadas con la seguridad alimentaria, como facilitar producción de cultivos alternativos, que tienen que ver con producción hortícola y aceite de palma, o facilitar el acceso a semillas mejoradas para la próxima campaña, para que la producción sea mejor. También estamos apoyando a las organizaciones socias para difundir la situación, porque se habla mucho del Sahel pero no de esta zona que también está muy afectada y que es la frontera. Tratamos que se ponga la mirada también en esta zona".

"Uno de los aprendizajes más importantes que hemos sacado de la crisis del Cuerno de África es que ahora la cobertura es mayor y ha comenzado antes, pero es cierto que no podemos reducirlo todo a que no haya llovido. Que no haya llovido es una desgracia que agudiza una situación previa de los hogares. Y hay más, muchas de las personas que están sufriendo la actual crisis se ha visto desprotegidas por la falta de remesas que antes les llegaban de Europa, ahora ese dinero no llega, y encima estamos provocando un recorte en cooperación que también tendrá sus consecuencias".

Que se sepa
Lanzamos la voz de alerta: si no actuamos con urgencia, podemos enfrentarnos a otra hambruna en África. Sería la segunda declarada en el siglo XXI y afectaría a más de 15 millones de personas. Aún estamos a tiempo de evitarlo. ¿Cómo? A través de donaciones a las organizaciones que trabajamos sobre el terreno, hablando de ello, implicándote en las campañas que se están llevando a cabo estos días, compartiendo la información en las redes sociales (con el hashtag # #ACTUAsahel) o de cualquier otra forma que se te ocurra. "No se puede evitar la sequía, pero sí la hambruna". Ayúdanos a conseguirlo.


Fuente inicial: Habitafrica
Foto: Unicef


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Antumi Toasijé

Antumi Toasijé
Doctor en Historia, Cultura y Pensamiento

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