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Londres: incendiada por asfixia social y el racismo institucional

Los desmanes en la capital inglesa van mucho más allá de una protesta puntual por la muerte de un hombre negro a manos de la policía. Lejos de cualquier ideología política, los incidentes reflejan la reacción social de jóvenes de clases bajas e hijos de inmigrantes víctimas del racismo, la discriminación y la falta de oportunidades para acceder a un futuro mejor.

Por: Ana Gerschenson

En las cortes inglesas, los jueces usan desde hace 300 años una peluca blanca, la Reina vive en su castillo centenario, hay condes, princesas, lords, sirs, sombreros de libros de cuento, y a las 11 de la noche el tin de la campanita en el pub determina que no se sirven más cervezas. La sociedad británica vive desde hace siglos encorsetada en sus rituales, en el culto a la permanencia, en su histórica estratificación de clases que esta semana estalló en una guerra social violenta.




Desempleo, racismo institucional, exclusión social y medidas políticas draconianas
son algunos de los elementos del cóctel de los Disturbios de Londres

Porque lo que sucede en Londres es mucho más que una protesta por la muerte de un hombre negro en manos de la policía inglesa. Es un reclamo de asfixia social esparcido por las redes sociales en noches de furia sin una consigna compartida.



La muerte de Mark Duggan, de 29 años, muerto en un tiroteo con la Policía hace una semana fue la llave de encendido de lo que vino después. Fue en Tottenham, un barrio del norte londinense que tiene altas tasas de mortalidad infantil, de embarazo adolescente y desempleo. 




Mark Duggan


El grupo multirracial de jóvenes que se lanzó a la calle incendiando autos y negocios no rompió los vidrios de supermercados en busca de comida, sino ropa de marca, zapatillas y celulares de última tecnología.¿Cuál es el mensaje? Es el enigma que sociólogos, politólogos, dirigentes y una parte de la sociedad no logran responder. 



Hoy en los diarios ingleses la sociedad debate sobre las causas de semejante manifestación popular y la oposición le pregunta públicamente al gobierno liberal-conservador de David Cameron si el ajuste brutal que implementa desde su asunción en mayo de 2010 es en realidad el detonante de los saqueos que se extendieron a otras ciudades inglesas como Birmingham, Liverpool y Manchester. 




La brutalidad policial es manifiesta contra los africano-británicos
En la foto, la policía golpea a un adolescente que pasea en bicicleta


Cameron hizo historia: implementó el mayor ajuste desde la Segunda Guerra Mundial. En octubre pasado eliminó medio millón de empleos públicos, aumentó las matrículas universitarias de 3 mil a 10 mil libras anuales, recortó beneficios para obtener viviendas sociales, subió la edad jubilatoria a los 66 años, disminuyó sustancialmente el presupuesto de la Policía, cerró clubes barriales y la lista continúa. El descontento social es en el Reino Unido generalizado.

Sin ideología política



El analista Isaac Bigio, de la London School of Economics, opina que "muchos jóvenes que no ven la posibilidad de hacer una carrera universitaria o de conseguir empleos ven en el vandalismo una forma de protestar y de apropiarse de artefactos o ropas a las que no tienen acceso". Y añade que "se trata de la peor ola generalizada de violencia no huelguística o no militar que ha padecido Londres. Se han visto explosiones vandálicas contenidas a ciertos barrios, violencia en algunas marchas, peleas callejeras entre racistas y antirracistas y huelgas, pero esto es diferente. Se trata de una serie de explosiones espontáneas que vienen ocurriendo en cualquier parte y sin que pareciese existir una dirección que les coordine".



En los incidentes hubo indios, africanos, paquistaníes, pero también nacidos y criados en el Reino Unido, entre quienes participaron en los saqueos y los incendios urbanos. 



De hecho, ya se sabe que la mitad de los procesados por los disturbios en Londres son menores, de 11 años para arriba. Y para las leyes inglesas los jóvenes de entre 10 y 17 años podrán ser procesados en tribunales para adultos en caso de que hayan cometido delitos como robo o incendios provocados.



Cameron está determinado a no dar marcha atrás con los recortes, y a encarcelar a todo aquel que haya participado de los saqueos. Los juicios abreviados ya comenzaron y Scotland Yard trabaja 24 horas en la revisión de las cámaras de seguridad con el objetivo de identificar a los participantes de los desmanes. También implementaron una página web en Internet donde hay fotos y piden a la ciudadanía que identifique a los "delincuentes" para su detención.



En una columna publicada por el diario El País, el periodista e investigador Gavin Knight, plantea que "el Reino Unido es desde hace algún tiempo dos países. Está el que todo el mundo conoce, el de la próspera economía de clase media. Y luego están los barrios céntricos pobres de los que nadie habla o informa, como si fueran una zona de guerra". Knight asegura que "como consecuencia de ello, estas zonas necesitadas han experimentado una proliferación de bandas de adolescentes, un aumento de los crímenes con arma blanca y una grave violencia juvenil".



Precisamente, ése es el abordaje unívoco con el que el gobierno de Cameron ha interpretado lo sucedido. "Esto es delincuencia pura y dura, no es un problema político", dijo el líder conservador sin el menor atisbo de autocrítica.



E incluso adelantó que le pedirá asesoramiento a los Estados Unidos para combatir la "cultura de pandillas" que, según sostiene, es la causa de los desmanes registrados. Ni una palabra de generar políticas de inclusión o contención social después de lo ocurrido.



En su comparecencia de urgencia ante el Parlamento, el primer ministro anunció que su gabinete estudia la posibilidad de interrumpir el funcionamiento de las redes sociales en caso de que continúen los incidentes. Y es que los funcionarios culpan a Twitter, Facebook, pero sobre todo al chat de Blackberry (BBM) como instrumento de propagación de las revueltas.



Cameron incluso no descartó autorizar a la policía para que utilice un recurso empleado por el régimen del apartheid en Sudáfrica, y es teñir el pelo de quienes protagonizan disturbios con un spray de color para poder identificarlos y proceder a su arresto aunque escapen temporalmente.



Desde las páginas del periódico progresista The Guardian, la filósofa Nina Power advierte que "el gobierno sabe muy bien que está haciendo una apuesta, y que sus políticas corren el riesgo de desatar un malestar masivo en una escala que no vemos desde principios de los ochenta".



El portal de la BBC de Londres enumeró el análisis-debate que se generó en los diarios ingleses en las últimas horas.

Los marginados



Max Hastings, del Daily Mail habla de una "ética social perversa que niega a las clases más bajas educación, disciplina, amor por el prójimo, y las herramientas para salir del círculo de dependencia en el que viven".



En The Independent, la socióloga Camila Batmanghelidjh, fundadora de la organización Kids Company, sostiene que "no se trata de un ataque ocasional a la dignidad, es una humillación repetida contra los más desposeídos en una sociedad rica y que valora las posesiones materiales". Y agrega también al racismo creciente como factor determinante de los saqueos.



En el periódico de centroderecha Daily Telegraph, su editorialista Christine Odone asegura que la génesis del conflicto social es la falta de figuras paternas. "Como pasa con muchos delincuentes menores en las prisiones, tienen algo en común, no hay una figura paterna en casa", dice simplificando la situación.



Con diferentes visiones, la coincidencia general es que el reclamo existe y es transversal. Son los jóvenes hijos de inmigrantes que viven en los barrios perisféricos de los centros urbanos ingleses, víctimas de la presión policial permanente ante las constantes amenazas terroristas luego de los atentados del 11 de septiembre, de la droga que corre y genera ingresos, pero también de la imposibilidad de integrarse a una sociedad que tiene bien determinados sus estratos inamovibles.


La educación, esa puerta hacia un futuro mejor, se cerró de un portazo con el encarecimiento de las matrículas universitarias dispuestas por Cameron. Nada cambia, es el slogan de la sociedad inglesa. La realidad está diciendo lo contrario.

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Antumi Toasijé

Antumi Toasijé
Doctor en Historia, Cultura y Pensamiento

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